Terminando la Temporada de Campo: Mapeando la Distribución de Vieiras
Después de pasar tres meses en el escenario natural más helado y silente, no hay nada más sorprendente que el sonido del agua burbujeante. Inicialmente no reconocí el sonido, ¡tan acostumbrada estaba al silencio de la Antárctica! Había olvidado sonidos normales de nuestra ocupada vida en latitudes más cálidas. Pero tenía frente a mí un rio de agua, fluyendo del Glaciar Commonwealth y formando corrientes entrelazadas en su camino. El Sol está ahora alto en el cielo y es más cálido que cuando arribamos. ¡Los Valles Secos ya no estaban tan secos!
Para hacer el mapa de donde se encontraron las vieiras fósiles, caminé por 8 horas desde nuestro campo al delta del Glaciar Commonwealth, anotando las ubicaciones de las vieiras en las terrazas a lo largo del camino. No sólo vi vieiras, también vi un cachorro de foca Weddell momificado, congelado y sin ojos. Y a ratos encontraba patas de arañas marinas emergiendo de los sedimentos, como si saludaran el cálido verano que finalmente llega.
Ya comenzaba a extrañar el olor del rico suelo al que estoy acostumbrada en casa. Aquí no existen los olores. ¿Cómo olerá una flor cuando regrese a casa? Me preguntaba. Mientras trabajaba, doblada sobre los fósiles, mi intuición me avisó que no estaba sola. ¡Di vuelta y me encontré una Skúa interesada en mi libreta de notas de campo! La asusté pero pronto regresó con con varios amigos, varios de los cuales trataron de atrapar mi brocha para preparación de fósiles y mi regla métrica.
Disfruté mi último día de campo en la Antártica esa noche brillante y me despedí del maravilloso Valle Taylor, que fue mi hogar en la Antártica por varios meses. El día siguiente, Shawn, Steve, Cecil y yo empacamos el campamento y los suministros de laboratorio para nuestro regreso a McMurdo. ¡Por ahora me despido, y hasta el próximo año!
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